Los Milei y los Kicillof unidos en el supremacismo sin grieta

(Foto ilustrativa)

Por Daniel Tirso Fiorotto (*)

 

El abismo de las tarifas de marzo impuestas por el colonialismo interno, ese tabú. Hay un punto en que la distancia entre sectores políticos se reduce a cero, y gana la “paz”, cuando de oprimir a los pueblos del interior se trata. El mil % y los coletazos del racismo, hoy.

Manuel viajó la semana pasada de Ezeiza a la Capital Federal en colectivo. Pagó 370 pesos por los 50 kilómetros. Andrea, su hermana melliza, subió el mismo día a un colectivo similar para ir de Paraná a Seguí, también 50 kilómetros. —¿Cuánto es? —4.100 pesos…

Mismo vehículo, mismo motor, misma distancia, mismo combustible. De un lado, la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Buenos Aires, del otro lado, la provincia de Entre Ríos. La diferencia entre lo abonado por Manuel y Andrea es del mil por ciento.

Sin contar que en Buenos Aires (provincia y ciudad) la frecuencia es de 30 minutos, mientras que en Seguí salen sólo cuatro viajes por día, y a arreglarse. ¿Algo más? Sí: en Buenos Aires hay rutas, mientras que las rutas de acceso a Seguí están literalmente destruidas, desde hace años. En varios tramos debemos marchar a 10 km/h, sin exagerar, haciendo zigzag, con altísimo peligro. Los “estrategas” de Buenos Aires idearon cientos de kilómetros de asfalto hace casi una década entre Paraná y Villaguay que no se usan, están hechos y no se usan, por un pésimo plan que ignora las ciudades entrerrianas, y mientras tanto nuestros pobladores deben lidiar con rutas espantosas.

Ese abismo entre el AMBA y Entre Ríos se sostiene de una manera: Andrea paga no sólo los 4.100 pesos de su pasaje, sino además, mediante los impuestos, paga (con el resto de los argentinos) parte del pasaje de su mellizo Manuel. Difícil calcular el prorrateo, claro.

Todos los argentinos sostenemos los subsidios para que en el AMBA (ciudad de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires) viajen diez personas por los billetes con que acá viaja una sola.

¿A qué atribuir esta burla? Alguien dirá: las empresas, las corporaciones, el poder económico en alianza con el poder político, aceitan los mecanismos para asegurarse los obreros baratos. ¿Señalaremos, entonces, al capitalismo como responsable de esta discriminación negativa? Es nomás una pregunta. Ahora, en una diferencia del 1.000% ¿no hay algo más? ¿Los de acá no somos obreros?

Este disparate se repite (y multiplica) en mayor o menor medida y de distintas maneras en muchos servicios por décadas (tren, avión, electricidad, gas, agua potable, rutas, combustibles varios) y tiene una única explicación: se llama colonialismo interno. Las familias entrerrianas, por caso, pagan el déficit del tren que no usan.

La preeminencia de una región sobre las otras, en este caso del Gran Buenos Aires sobre el resto de la Argentina, es una imposición despótica, pero ¿en dónde se afirma el colonialismo interno para continuar, en un país que presume democracia? En un flagelo que está en la base y se denomina supremacismo.

Mucha sangre

El supremacismo es una creencia propia de sectores de poder convencidos de que sus privilegios son derechos naturales. Se sostienen por décadas bajo el viejo refrán “tiene razón pero marche preso”. Altanería, ninguneo y opresión.

Esos pretendidos derechos son fácilmente contagiosos hacia distintas clases sociales y sectores que se aferran, por conveniencia, a las ventajas. En el transporte, por ejemplo, porque no podrían pagar mucho más caro, como no pueden pagar los entrerrianos, y por eso ¿qué hacen? Emigran. Lo que han hecho por un siglo entero: emigrar.

Además, el supremacismo es capaz de persuadir al resto, a las víctimas, de que su subordinación es también natural.

El supremacismo argentino tiene raíz en el racismo, de los grupos que primero colocaron en un escalón inferior a las familias de este continente y las de África que sobrevivieron a la esclavización y el exterminio, y luego hicieron pie en la metrópolis para continuar subordinando a los habitantes del 99% del territorio restante.

Se nota muy bien cuando nosotros, los herederos de guaraníes, mapuches o charrúas, le cantamos al “padre del aula” que sugería matar a nuestros hijos; o liquidarnos, sin juicio, porque no cumplíamos su ley, cosa que luego implementó J. R. Videla, como bien sabemos

Para que hoy admitamos el abismo del mil por ciento entre un pasaje de colectivo y el otro debió correr mucha sangre bajo el puente. Las luchas fratricidas abonadas principalmente por las pretensiones colonialistas del gran Buenos Aires provocaron la muerte violenta de entre 60.000 y 100.000 jóvenes; en batallas que se desarrollaron en todo el territorio, principalmente en la provincia de Entre Ríos desde las de Mandisoví y el Espinillo durante la resistencia artiguista hasta Don Gonzalo en la resistencia jordanista. Ambas derrotadas por el poder económico y bélico de la ciudad portuaria heredera del colonialismo europeo. Se trata de una sangría tremenda, con gran desconsuelo de familiares y amigos… Es decir: para que el AMBA tenga la sartén por el mango han corrido ríos de sangre.

Después de una resistencia de tres siglos de los pueblos ancestrales de este territorio, la revolución federal pidió por la soberanía particular de los pueblos, en confederación; es decir, sin predominio de unas ciudades sobre otras, sin uniformidad colonial; y en su decálogo principal redactado en 1813, hace 211 años, los revolucionarios exigieron que la capital del país estuviera en cualquier sitio, excepto Buenos Aires. En el mismo texto, abogaron por el aniquilamiento del despotismo militar (que sirve a la estructura colonial, claro está, y que se expresa de distintas maneras con la verticalidad del poder). El abecé por demás elocuente, por eso abortado.

Llorar pobreza

Las distintas estructuras se mantienen unidas en el AMBA para someter al resto del país. (No ignoramos excepciones). Ahí no hay grieta. Algunos de los más conscientes del atropello nos palmearán la espalda y, acto seguido, nos venderán sus libros explicativos.

Lo gracioso del ejemplo que tomamos en este marzo de 2024 radica en que la mayoría de los viajeros entre Seguí y Paraná son obreros y familias de clase media baja. Y pagan el 1.000% más que algunos viajeros entre Buenos Aires y Ezeiza que van a subirse a un avión…

El supremacismo es una derivación del racismo, resumido en la dicotomía civilización-barbarie. Y explica la magnitud de este despropósito sostenido en el tiempo. ¿Por qué las familias entrerrianas han sufrido el desarraigo y el destierro por un siglo, y la gran mayoría de los desterrados se fueron a la provincia de Buenos Aires, como está probado, o a la ciudad de Buenos Aires? Muy sencillo: por los privilegios auto adjudicados por la Ciudad y la provincia de Buenos Aires desde la destrucción de la confederación hace siglo y medio, subordinando al resto a sus intereses. El historiador argentino Juan Antonio Vilar (Eduner) lo ha explicado al detalle en sus obras.

Buenos Aires provincia y ciudad se quedaron con el poder comercial y financiero, facilitaron la infraestructura y las comunicaciones para asentar las industrias con ventajas; coparon incluso las industrias de las materias primas que no tienen. ¿Por qué están en la provincia de Buenos Aires las refinerías de petróleo? No tiene petróleo, ni tiene hidroeléctricas en sus ríos, pero sí goza de las tarifas más bajas en combustibles y luz, como goza de tarifas bajas en colectivos y goza de trenes que acá pagamos y no tenemos.

Desde hace varios años los políticos bonaerenses de distintas extracciones (peronistas, Pro, radicales, libertarios, etc) coinciden plenamente en llorar pobreza, con el fin de escofinar más los recursos de todo el país para favorecer a la provincia y la ciudad más ricas. ¿Qué argumento esgrimen? El de reducir una serie de factores usados para la distribución de los recursos coparticipables a uno solo: la cantidad de habitantes.

La estrategia colonial consiste en tapar, silenciar los privilegios de Buenos Aires ciudad y provincia, acumulados por ciento cincuenta años; ignorar por qué están allí las industrias, las rutas, las cabeceras de las multinacionales y los bancos, las sedes de todas las corporaciones, y forzar la realidad para que el país todo se conduela.

Es que, si sólo miramos la cantidad de habitantes, la provincia de Buenos Aires recibe una proporción menor. ¿Y qué dicen del desarraigo y el destierro al que fueron sometidos centenares de miles de entrerrianos y de otras provincias por décadas, por falta de trabajo, precisamente a raíz de los privilegios de Buenos Aires?

Del “índice destierro” para resolver el reparto está prohibido hablar. Ante los privilegios centenarios, ¡chito!

Ahora, ¿por qué es la provincia más rica del país? ¿A costa de quiénes? Como diría Serrat sobre los niños: “que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca”.

Y bien, ¿cómo es que hemos llegado a esto? Por ese flagelo argentino llamado colonialismo interno. Es lo mismo que preguntarse por qué Europa se desarrolló con el oro y la plata robados de nuestro continente mediante la esclavización de millones.

Drapetomía entrerriana

El colonialismo interno argentino tiene una condición muy especial: es aceptado con resignación por los colonizados, y eso excusa a los colonizadores. El colonizado sufre del síndrome de Estocolmo, se solidariza con el opresor. Al colonizado, agobiado por los maltratos de larga data, le pasa lo que a aquel que sufrió un asalto a mano armada y agradece a los bandidos que no lo mataran.

Hay quienes, para salir del enredo, piden “no igualar para abajo”. Es una resignación de quienes aceptan la colonización interna, sea por falta de conciencia o por cobardía; o una excusa de quienes ya son privilegiados por el sistema y no quieren perder la supremacía pero a la vez les conviene aparentar empatía con las víctimas de estos desatinos. “No igualar para abajo” dicen también quienes prefieren no agitar las aguas porque no les da el piné para enfrentar al supremacismo.

Así las cosas, la víctima acudirá al psiquiatra por ayuda para sanar esa enfermedad, enderezar su mirada torcida. Salvando la (poca) distancia: es lo que ocurría con los esclavos. Aquel que resistía los mandos del amo y prefería fugarse del látigo era considerado no un rebelde sino un enfermo; sufría del mal de “drapetomía”, un invento racista con maquillaje científico. Entonces “normal” era aceptar la esclavitud y “doblar el lomo pa’ que otros doblen los bienes” como dice Sampayo. Lo enfermo era resistirse y mandarse a mudar… Y bien, ¿cuál era el mayor logro de esa trampa? Disuadir al esclavo.

Sin grieta

El presidente Javier Milei, el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof, el jefe de gobierno de Buenos Aires, Jorge Macri, sostienen los subsidios de todo el país para sus territorios. Nada mejor que mirar los boletos para entender el abrazo de los “adversarios” entre comillas. Y encuentran muchos seguidores en el interior, claro. No sólo en partidos de centro y centro derecha y centro izquierda, sino también en sectores sindicales que, por ejemplo, con todos los datos sobre la mesa que demuestran la concentración de subsidios en Buenos Aires ciudad y provincia, gritan en defensa de Aerolíneas Argentinas y otras firmas por el estilo que se llaman argentinas para pedirle a todo el país que pague sus déficits, cuando en verdad sirven principalmente al AMBA y no son prioridades en el resto del país.

Importantes, sí, pero no prioritarias. Si a cualquier argentino le preguntamos en qué invertir 8.000 millones de dólares en los próximos lustros (lo que perdió AA en 14 años), cuando tantas ciudades cuentan siete de cada diez niños bajo la línea de pobreza, muchas no tienen veredas, ni cloacas, ni agua potable siquiera, los desocupados se apilan por millones, miles de pymes claman por algún crédito que nunca llega, y miles de parejas no tienen dónde levantar una piecita para vivir, ¿quién anotará Aerolíneas entre las prioridades? Hemos dicho ya en este espacio que AA no debe privatizarse: debe ser traspasada a los estados de Buenos Aires Ciudad y Provincia, que permanezca en el estado…

En un año de trabajo, un obrero del AMBA paga por viajar 50 km ida y vuelta 2 millones de pesos menos que su par de Seguí, en el mismo vehículo. Agreguemos que si aquí subimos a otro colectivo de inmediato pagamos todo el pasaje, y en Buenos Aires la combinación paga la mitad...

Y sin contar lo que pagamos en impuestos para bancar el déficit de nuestros pares del AMBA.

El día de su cumpleaños, si los mellizos quieren darse un viaje juntos a Mendoza en avión, Manuel pagará 740 pesos en total hasta el avión y desde el avión en el regreso a casa. Andrea 54.000 pesos (4.100 a Paraná más 23.000 a Buenos Aires, más la vuelta). Todos los argentinos pagamos el déficit de Aerolíneas, pero nosotros agregamos pasajes extras para llegar, porque dios está en todas partes pero sabemos dónde atiende.

Si Manuel es bueno con su hermana melliza le pagará un sánguche en Mendoza y ella se sentirá en deuda. El supremacismo habrá cumplido entonces con su cometido de obrar en las sombras.

 

(*) Esta columna de opinión fue publicada originalmente en el diario Uno de Paraná.

 

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